Los caminos secretos de las palabras
Graciela Melgarejo
LA NACION
Lunes 25 de enero de 2010 | Publicado en edición impresa
El verano puede ser también tiempo propicio para la reflexión; la prueba está que muchas publicaciones, aquí y en otras partes del mundo, lo aprovechan para editar suplementos especiales dedicados a "Las lecturas del verano".
Un e-mail de la lectora Ana Francisca Tolosa justifica este introito. Tolosa pregunta: "Leí en Espectáculos del 19/01, una muy buena crítica de Alejandro Cruz, «La violenta caída de los pilares de la sociedad biempensante», sobre la obra de teatro Un Dios salvaje. Me llamó la atención la palabra biempensante, no la conocía. ¿Está bien escrita?".
La palabra biempensante está bien escrita. Para corroborarlo vale la pena recurrir una vez más a esa fuente autorizada (de lectura altamente recomendable para todos los hablantes del español) que es el Diccionario panhispánico de dudas :"?Quien piensa de acuerdo con las ideas tradicionalmente dominantes de signo conservador.´ Se escribe siempre en una sola palabra: « Dos principales imputaciones se me hacían entre los biempensantes» (Laín Descargo [Esp. 1976]). Aunque frecuente en el uso, debe evitarse la grafía * bienpensante, ya que la ortografía española exige la escritura de m ante p ".
Es interesante reflexionar sobre cómo esta palabra se usa en la actualidad. En el artículo comentado por nuestra lectora, se está hablando de que "el público asistirá a una verdadera máquina compuesta por filosos dardos que arman el cuerpo central de este campo de batalla en el cual el pensamiento políticamente correcto occidental es sistemáticamente desarticulado". Pareciera que el "pensamiento políticamente correcto" de nuestros días ha venido a ocupar el lugar de "las ideas tradicionalmente dominantes de signo conservador" de antaño en la definición de biempensante.
Las palabras tienen una vida muchas veces secreta (como la película de Isabel Coixet, La vida secreta de las palabras) . Una que siguió un rumbo original es resiliencia, que del campo de la física se extendió en los años 70 al de la psicología, como "la capacidad de los seres humanos para sobreponerse a períodos de muy intenso dolor emocional".
¿Por qué mencionar aquí resiliencia? Porque de Mar del Plata, llegó, por correo, un envío de la lectora Marta Molina: un sobre con una carta y un libro de escasas 67 páginas. Molina escribe: "En su columna del 18/01, usted decía que la modernidad de las nuevas tecnologías no debería estar reñida con las estrategias de aprendizaje tradicionales. Lo recordé cuando me regalaron el libro que hoy le envío, Huellas de una cabecita negra, de la señora María Irma Ortellado (Editorial Martin). Por favor, si tiene tiempo, léalo (es muy corto), para que vea cómo las ganas de enseñar de una maestra y las ganas de aprender y volver a escribir de una alumna adulta se encontraron milagrosamente y dieron como fruto este librito".
El libro trae a manera de prólogo un facsimilar de una página manuscrita. Con su letra redonda, de trazo inseguro, María Irma escribe: " Espero de corazón que este libro les parezca alegre. Que le guste a mi madre, una mujer que luchó en el paisaje cautivador y agreste de la selva misionera para que sus ochos hijos no sufrieran hambre ni material ni espiritual. Que me supo trasmitir con total fidelidad las costumbres sencillas y savias de nuestros ancestros, los Guaraníes que conocen como nadie entre otras cosas, cómo hacer sentir importantes a sus niños y guardar respeto por sus viejos como lo que son: sagrados referentes".
Corresponde también transcribir el texto de contratapa, de la maestra de María Irma, la docente Silvia Lascar: "Llegué a su casa un día de invierno con una meta inalterable, invitarlos a volver a la escuela. Y el silencio del campo, lejos del ruido, se llenó de palabras. Me dijo: «¿Sabe que yo escribo?», trajo un cuaderno y frente a lo que suponía mi tarea, la «corrección ortográfica», tuve un sentimiento de imposibilidad porque cada frase estaba escrita con el cuerpo, con el error, con el alma. Siempre con el buen decir, el silencio cálido que sabe disimular dolores y transformarlos. Necesitamos a muchas Irmas para alentar las cualidades de los maestros".
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